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Circuncisión

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La circuncisión, en términos médicos fimosectomía, consiste en la remoción quirúrgica de la piel (prepucio) que recubre la cabeza del miembro viril (glande). Esta intervención ha sido practicada rutinariamente por los pueblos semitas, desde tiempos inmemoriales, en base a consideraciones religiosas e higiénicas. A pesar de experiencias milenarias, y al margen de consideraciones teológicas, este procedimiento ha generado gran controversia en los últimos años y todavía sus defensores y detractores debaten enérgicamente sobre la conveniencia o no de realizarla en recién nacidos sanos.

Tratando de aclarar esta polémica, pediatras del departmento de Nefrología del Hospital de Niños Royal Alexandra, Australia, publicaron recientemente un estudio donde evalúan la relación entre la circuncisión neonatal y la incidencia de infecciones urinarias en niños, concluyendo decisivamente:

«La circuncisión neonatal disminuye el riesgo de infecciones urinarias sintomáticas en los niños preescolares». Este estudio corrobora investigaciones previas que han establecido que: «La incidencia de infecciones del tracto urinario es diez veces mayor en el varón no-circunciso que en el circunciso»

Por otra parte, numerosos trabajos de investigación demuestran una menor incidencia de enfermedades de transmisión sexual en el varón circunciso, comparado con el no-circunciso, incluyendo infecciones de reciente aparición, como el SIDA. Estos estudios plantean que «la falta de circuncisión se asocia con un mayor riesgo de contraer infecciones por el virus del SIDA, por lo que esta intervención pudiera considerarse como una alternativa para la reducción del número de casos, especialmente en países donde la prevalencia de esta enfermedad es elevada».

Anteriormente se estimaba que la única variable involucrada en la aparición de infecciones urinarias, en el pequeño varón, eran las malformaciones congénitas de las vías urinarias y se consideraba improbable el ascenso bacteriano a las vías urinarias, debido a la longitud del pene, sin embargo, a raíz de la aparición de estos reportes, actualmente se implica otro importante factor: la higiene de la zona genital.

El mecanismo usual por el cual se establecen estas infecciones en el varón que no presenta malformaciones congénitas, está intimamente relacionado con la colonización y adherencia de las bacterias al prepucio, favorecidas por la falta de higiene; los gérmenes posteriormente pudieran ascender a las vías urinarias altas ocasionando infecciones (pielonefritis).La remoción quirúrgica del prepucio, junto a la higiene adecuada del glande, inhiben la proliferación bacteriana de la zona, disminuyendo así la aparición de estas peligrosas infecciones pediátricas, por lo que la circuncisión neonatal deberá ser considerada, aún en niños que no presenten estrechez anormal o prepucio excesivamente largo. Sin embargo, existe una razón más importante para escoger este procedimiento: las infecciones del tracto urinario alto ocurridas en los primeros años de vida a menudo conducen a daño renal significativo, que pudiera progresar a enfermedad renal terminal durante la adolescencia.

Los detractores de la circuncisión han esbozado argumentos en su contra, tales como: dolor que pudiera sufrir el recién nacido y los riesgos inherentes a cualquier intervención quirúrgica (sangramiento o infección de la herida). Oponiéndose a estas consideraciones tenemos la anestesia local que se aplica para atenuar el dolor; la vitamina K que rutinariamente reciben todos los niños al momento de nacer para evitar hemorragias y los antibióticos tópicos que se utilizan para prevenir y tratar las infecciones.Otras reflexiones en contra de esta intervención, plantean la desaprobación social, la estética o la disminución en la sensibilidad peneal durante las relaciones sexuales, sin embargo estas consideraciones, por el hecho de ser subjetivas, no han podido ser sustentadas.

La circuncisión del neonato deberá efectuarse en los primeros días de vida, cuando la percepción del dolor y el sangramiento son menores y el post-operatorio más fácil de manejar, mediante analgésicos comunes y cremas de antibióticos. En vista que se trata de un procedimiento menor, no requiere quirófano, pudiéndose practicar en cualquier retén o consultorio, por medio de diversas técnicas quirúrgicas, las cuales deberán ser analizadas junto al especialista, usualmente el pediatra, urólogo o cirujano de niños.

Ya que puede realizarse bajo anestesia local, el recién nacido experimentará una intervención profiláctica prácticamente indolora, que previene infecciones del tracto urinario, infecciones de transmisión sexual y enfermedades renales terminales.

Dr. Meyer Magarici, Venezuela

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