Ginseng: mito y realidad

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La raíz de la vida es el nombre con que los antiguos chinos conocían el Ginseng. También lo llamaron raíz mágica del amor y raíz de oro. Los indios norteamericanos lo usaban en ritos chamánicos de curación. En los últimos años occidente ha podido comprobar sus invaluables virtudes.

Los primeros en estudiarlo conforme el canon científico fueron los japoneses, los chinos y los soviéticos. Desde principios de siglo el mundo estaba al tanto de sus propiedades antidiabéticas, pues está dotado de una sustancia que hace descender el nivel de azúcar en sangre. Acrecienta asimismo la actividad cerebral y mejora el tono muscular además de fortalecer el sistema cardiovascular.

Análisis posteriores han revelado que la antiquísima raíz contiene abundantes cantidades de vitamina B1, B2 (Rivoflavina), B12, Acido Proteico y sustancias que intensifican la actividad de las glándulas endocrinas. Planta esencial para la magia y la alquimia, símbolo del hermafroditismo, conocida como mandrágora en el medio europeo, el Ginseng tarde siete años en madurar, durante este período absorbe cantidades significativas de hierro, manganeso, cobre, potasio, calcio, azufre, magnesio, fósforo, sílice y sodio.

En Japón se le ha dado un uso industrial produciendo saponina, valiosísima fuente de estrógeno. El óxido de germanio y sus sales minerales estimulan la formación de glóbulos rojos. La oficina de salud de estados Unidos ha corroborado su eficacia en el tratamiento de la anemia. La ciencia actual constata que el Ginseng reduce la absorción y retención del colesterol, previene la ateroesclerosis, estimula el metabolismo e intensifica la función antitóxica de hígado y riñones.

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