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Llanto y risa en el bebé

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La expresión de las emociones en los niños comienza desde que nacen. Esto a nadie sorprende, sobre todo a esos padres que duermen menos y que desesperadamente tratan de calmar los llantos de media noche del nuevo integrante de la familia.

Las primeras emociones del niño son binarias, llora o ríe. Sólo con esas expresiones los padres deben aprender a percibir lo qué le pasa al hijo. Esto demanda tiempo y paciencia.

Ahora, predeterminar el ánimo del recién nacido es imposible, son impredecibles. Los niños pequeños se enfadan, se asustan y lloran con mucha facilidad. Ellos necesitan demostrar lo que sienten, si están a gusto o no. Aceptar sus emociones infantiles con paciencia, comprensión y simpatía ayuda al niño a crecer feliz.

Los niños muy pequeños lloran para expresar que les ocurre algo. Tal vez el niño tenga hambre o esté incómodo; quizás sienta algún dolor, o tenga demasiado calor o frío, a lo mejor se asustó, o necesita que lo tomen en brazos y que lo acunen. Nunca se debe dejar de atender el llanto de un niño.

Las emociones de los niños son muy intensas; a veces se alteran mucho y lloran por causas que para los adultos son insignificantes. «Los padres deben comprender y aceptar las emociones del niño. Los niños sienten todo, se dan cuenta cuando los padres están perdiendo la paciencia y lo más probable es que si se le trata de consolar con una mala predisposición llore más, porque percibe la tensión», explica la sicóloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile, María Teresa Subercaseaux.

Maduración emocional

Los niños, hasta los cuatro años, pasan por seis etapas de maduración emocional.

A medida que el niño crece, su rango de sus emociones y las vías por las cuales las expresan también lo hacen. El desarrollo emocional de los pequeños es mucho más que físico y mental.

Según Robert Pianta, doctor y profesor asociado de educación de la Universidad de Virginia en Estados Unidos y co-director de un estudio a largo plazo de las necesidades sociales, psicológicas y académicas de los niños, la maduración emocional de ellos pasa por seis etapas desde su nacimiento hasta los cuatro años.

Las primeras tres ocurren antes de que cumpla el año y se refieren a las experiencias y reacciones del niño frente al mundo.

Primera etapa

el recién nacido busca expre- sar nuevas sensaciones.

Segunda etapa

el bebé toma un intenso interés en el mundo.

Tercera etapa

Con este interés en el mundo, el pequeño comienza a adquirir un diálogo emocional con sus padres, él les sonríe como respuesta y descubre que esto también provoca una reacción en la madre y el padre.

Cuarta etapa

el niño comprende que con pequeños gesto consigue respuesta en sus padres y que cada persona cumple funciones en este mundo, como por ejemplo, expresar que tiene hambre y que la madre frente a esta solicitud va al refrigerador y le da algo de comer.
Quinta etapa: el niño ya está en puertas de ingresar al preescolar. Ya tiene imágenes mentales de personas y objetos que son importantes para él. También ha aprendido destrezas, imitándolas de sus padres y usándolas para sí mismo.

Sexta etapa

el niño desarrolló la capacidad de «pensar emocionalmente». Puede combinar ideas y sentimientos de un modo más lógico. Puede organizar sus pensamientos emocionales según patrones y las diferencias entre ellos (qué se siente al amar y qué se siente al estar enojado).

Finalmente, el pequeño ha podido coleccionar emociones. El ha aprendido cuáles sentimientos son de otros, cuáles son propios y qué consecuencias pueden tener éstos.

Descubrir al hijo

María Teresa Subercaseaux dice que es muy importante que la madre y el padre estén con la mejor disponibilidad de tiempo y paciencia frente a su hijo. Hay que darse el tiempo para descubrir qué significa su llanto o su quietud. «En los primeros años, los padres deben aprender a descifrar a su hijo, él no puede decir con palabras lo que le pasa. Tienen que estar atentos a sus reacciones, sus emociones, porque es a través de sus sentimientos se comunica, dice que algo le pasa».

«El niño sólo expresa si algo le fascina o no le gusta», dice la sicóloga. «Si un niño es atendido bien, si los padres aprendieron a escucharlo, a percibir lo que sentía, lo más probable es que ese pequeño crezca y sea una persona segura».

Fuente: María Teresa Subercaseaux, sicóloga clínica de la Pontificia Universidad Católica de Chile y egresada de Terapeuta Familiar.
Por Loreto Lázaro

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