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Mutilación genital femenina requiere cuidado especializado

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En la clínica de la gineco-obstetra Nawal Nour, en la ciudad de Boston, se escuchan diferentes idiomas desde que mujeres de Somalia, Etiopía y Sudán empezaron a acudir a esta médica. Muchas buscan alguien que no se escandalice ni las interrogue por haber sido sometidas a un procedimiento con el que muy pocos médicos estadounidenses están familiarizados: la mutilación genital femenina (MGF).

La MGF es una práctica cultural en partes de África y el Medio Oriente que involucra la mutilación de los genitales de las mujeres, usualmente antes de la pubertad. Puede oscilar entre cortar o quemar el clítoris y cercenar toda la parte genital externa y suturar los tejidos remanentes para dejar solamente un minúscula abertura.

Para médicos en Estados Unidos, es un choque observar por primera vez uno de estos casos. Muchos tampoco saben cuáles cuidados pueden requerir las mujeres para complicaciones tales como dolor severo, infecciones o partos difíciles, dice Nour, quien dirige una clínica donde atiende africanas en el Hospital Brigham para Mujeres.

Se estima que alrededor de 130 millones de mujeres y niñas del mundo han sido sometidas a este ritual. Según las últimas estimaciones en Estados Unidos, de 1990, 168,000 de ellas han emigrado a este país. Estas cifras «son una grave subestimación», según Nour, quien señala que un rápido crecimiento inmigratorio significa que más médicos estadounidenses necesitan aprender cómo cuidar a estas mujeres.

Frente a un creciente número de llamadas de consulta sobre tratamientos, el Colegio de Obstetricia y Ginecología de Estados Unidos (ACOG) está de acuerdo y este mes emitirá sus primeras recomendaciones sobre consejería y tratamiento para mujeres mutiladas. Estas recomendaciones, de las cuales Nour es co-autora y que muestran diferentes formas de MGF, serán enviadas a todos los colegios médicos y programas de gineco-obstetricia en Estados Unidos y Canadá.

Nour vivió la mayor parte de su niñez en Sudán y Egipto y tuvo numerosas familiares que fueron mutiladas. Decidió ser ginecóloga en parte porque «quería regresar a Sudán, brindar buenos cuidados a las mujeres en los países en desarrollo, y también porque me opongo vehementemente a esta práctica». En Boston, Nour impartió charlas médicas sobre la MGF y muy pronto su clínica «empezó a llenarse de pacientes africanas».

El primer paso para los médicos estadounidenses, dice Nour, es comprender la MGF para que la paciente no se sienta juzgada. «Si nunca antes has visto un caso de éstos, es realmente difícil la primera vez. Lo que yo pido es que los médicos primero pongan en orden sus sentimientos». Aunque quienes apoyan la MGF dicen que ésta promueve la castidad porque convierte las relaciones sexuales en una experiencia dolorosa, para las organizaciones internacionales que trabajan por erradicar la MGF se trata de violencia contra las mujeres: para las niñas implica riesgo de fallecer desangradas o a causa de infecciones, y las sobrevivientes pueden experimentar complicaciones durante años.

E indiferentemente de la controversia sobre el tema en el extranjero, las mujeres que emigran a Estados Unidos necesitan cuidados médicos. Algunas simplemente buscan cuidados ginecológicos que no incluyan una condena al ritual al que fueron sometidas. Si ellas no se consideran mutiladas, dice Nour, los términos que los médicos utilicen serán importantes para establecer confianza. Otras mujeres padecen dolor durante las relaciones sexuales y la menstruación, infertilidad, quistes, abscesos o infecciones recurrentes. Todas éstas son complicaciones perdurables que han sido abordadas en las recomendaciones del ACOG.

En el caso de una mujer embarazada que haya sufrido infibulación, la forma más severa de mutilación, que deja solamente una diminuta abertura vaginal, se puede utilizar cirugía correctiva para ampliar la abertura para que ella no sufra un terrible desgarramiento durante el parto. No es difícil, dice Nour, quien escribió instrucciones detalladas, pero la cicatriz de la MGF intimida a algunos médicos, que piensan que la única opción para la mujeres es la cesárea. Algunas pacientes piden la cirugía para mejorar su calidad de vida. Nour cita el caso de una pareja recién casada que buscó su ayuda porque las relaciones sexuales eran tan difíciles. Pero para otras mujeres -agrega-, ofrecerles la cirugía sin que ellas la soliciten sería un insulto.

Washington, 17 de octubre de 1999

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