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Ortodoncia: tortura por la belleza

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«Duele, no es cómodo y van a ser dos años de tortura», dice Denise Sánchez, una de los 4.5 millones de personas que en Estados Unidos y Canadá se ha sometido a tratamiento de ortodoncia.

«Me puse los aparaticos o ‘braces’ porque los dientes delanteros se me estaban desgastando. Parece que por apretarlos mucho al dormir», explica Sánchez de 29 años.

El dolor y la molestia le sobreviene, «cuando me aprietan -la estructura de alambres- una vez al mes». Entonces se pasa unos días comiendo alimentos blandos para no tener que morder; «porque me duele», se lamenta.

Pero esto ha resultado en una ventaja. «Me ha ayudado a rebajar de peso».

Entre las prohibiciones que le han hecho, están: comer «las costillitas, el maíz, masticar chicle…», dice.

«Si es pegajoso, gomoso, duro o crujiente, es un alimento a evitar por aquéllos que usen braces», aconseja el doctor Donald R. Poulton, presidente de la Asociación Estadounidense de Ortodoncistas (American Association of Orthodontists) (AAO).

Cuando se acercan fiestas como la de Halloween (día de las brujas), alertan a la población, en especial a la infantil, de alejarse de los caramelos, las gomas de mascar; así como del «popcorn» (rositas de maíz), el maní, hielo, los taco chips . Pues todo esto puede dañar y prolongar el tratamiento.

Pero la Asociación dice que no hay que sacrificarse completamente en las fiestas. La barra o caramelo de chocolate puro se puede comer, a condición que luego se laven bien los dientes.

Y ahora más que nunca deben estos pacientes estar conscientes de cambiar sus cepillos con más frecuencia. Según Terri Tiersky, dentista que ejerce en Chicago, y miembro de la Sociedad Dental de allí, los cepillos se deben mantener lo más asépticos posible, y lo más práctico es cambiarlos con mayor frecuencia. «Los norteamericanos lo cambian una vez cada nueve meses, mientras que los japoneses tienden a hacerlo cada tres meses».

«En realidad, ahora más que antes de usar los ‘braces’ , empleo el hilo dental y me lavo con más frecuencia los dientes», comenta Sánchez. Pues el desecho alimenticio encuentra entre la estructura metálica sitios donde esconderse.

Sánchez no está sola en esta nueva experiencia. «Mi esposo también se ha hecho un trabajo con el ortodoncista, pues tampoco su mordida es perfecta y quiere alinearse los dientes».

¿Qué es un ortodoncista?

Un ortodoncista es un especialista dental que corrige las irregularidades dentales y faciales: la «mala mordida», alineando dientes, quijadas y labios. Sin tratamiento adecuado, estos problemas pueden hacer perder la dentadura, ocasionar enfermedades de las encías, destrucción de los huesos y provocar dificultades al masticar y digestivas. Pero de paso, el tratamiento beneficia a la persona, regalándole al final una bella sonrisa.

Sánchez confiesa que quería tener la dentadura más bella para lucírsela a su esposo. «Hace poco me casé», dice. «Y como nunca es tarde para estos tratamientos…».

Según la AAO, un diente sano se puede mover a cualquier edad, y mejorar su posición y condición. De hecho, los ortodoncistas tratan a pacientes de 50, 60 y más años.

Con respecto a los niños, la Asociación recomienda que se le haga un primer chequeo antes de los siete años; porque mientras más pronto se detecte el problema, más fácil es de enmendar.

Pero hay una parte dolorosa que no afecta a la boca, sino al bolsillo.

«El tratamiento me cuesta $3,500 dólares, de los cuales, el seguro me paga $1000 y el resto lo busco yo», dice Sánchez. Aunque como menciona la AAO: «es importante tener en mente el valor a largo plazo que provee el ortodoncista». «Y muchos», agrega, «facilitan el pago».

MIÑUCA VILLAVERDE

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