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Vida sexual en la tercera edad

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Menopausia, disfunción eréctil, cansancio, falta de energía, dolor. Son muchos los motivos que justifican el descenso en la intensidad y en la frecuencia de las relaciones sexuales durante la tercera edad. Es un proceso normal que obliga a modificar los hábitos en este campo. Sin embargo, algunas personas, erradamente, piensan que se les acabó su vida sexual y que deben dedicarse a leer o a jugar a las cartas. Otros, también de manera equivocada, creen que aún están en su mejor condición física y sobreexponen el organismo a riesgos innecesarios en sus contactos íntimos.

En la vejez, muchas parejas creen que su vida sexual ya se acabó y que es tiempo de ocuparse de otros asuntos. ¡Gran error! A esas alturas aún quedan muchas cosas por hacer en materia erótica.

Ni lo uno ni lo otro. Con la vejez no se acaba la vida sexual. Eso sí: hay que practicarla de otra manera, acorde con la edad y las exigencias que puede soportar el cuerpo.

Cambio de hábitos

El primer consejo para las parejas que son adultos mayores y que comienzan a percibir dolor e incomodidad en sus relaciones sexuales, o que notan que sus órganos no responden de la misma manera, es consultar a profesionales.

Es recomendable acudir a cuatro especialistas: un ginecólogo, en el caso de la mujer, para que verifique el funcionamiento del aparato reproductor; en los varones, para lo mismo, un urólogo; y, finalmente, un médico clínico y un cardiólogo, para determinar qué respuesta tiene el organismo sometido a exigencias controladas.

El ginecólogo argentino Carlos Alberto Porta, profesor auxiliar de Ginecología de la Universidad de Buenos Aires, dijo que «es necesario verificar cada caso en particular para determinar la frecuencia, forma e intensidad de las relaciones sexuales. Hay parejas que a los 80 años mantienen una vida sexual muy activa, comparándola proporcionalmente con la de un joven».

Algunas disfunciones son perfectamente tratables con medicamentos o siguiendo simples consejos. «Por ejemplo, en el caso de la mujer -explica el doctor Porta- con la menopausia sufre el deterioro que significa no tener actividad hormonal. Eso se traduce en una atrofia del epitelio vaginal que dificulta las relaciones sexuales y produce dolor y erosiones en la vagina. Para ello, existen tratamientos hormonales que actúan solamente a ese nivel, sin actividad en mamas o endometrio. Obviamente, el factor lubricación sobre la base de emulsiones es totalmente recomendable, considerando que durante la menopausia también decae la lubricación vaginal».

En el caso de los varones, también existen tratamientos basados en hormonas y, para la disfunción eréctil, la opción número uno en medicamentos es el conocido viagra.

Esfuerzo dosificado

Tan malo como alejarse de la sexualidad en la tercera edad es pretender que puede seguirse practicando como en los años de juventud. «Hay que tomar con respeto frases como: ‘la vida empieza a los 40’. Si alguien quiere empezar a vivir recién a los 40, es posible que la vida termine a los 41», reflexiona Carlos Alberto Porta.

Su observación se sustenta en la existencia de enfermedades que suelen entrar en acción de la mano con el envejecimiento y que no sólo implican una contraindicación para quienes desean sostener relaciones sexuales periódicamente, sino obligan, en algunos casos, a la suspensión de los contactos íntimos que demandan más esfuerzo físico. Es lo que pasa con las patologías cardiovasculares y respiratorias, muchas veces incompatibles con las exigencias de un coito.

Esto último es aplicable a patologías severas, pero si se trata exclusivamente de dosificar el esfuerzo, es cada pareja la encargada de poner los límites. Se pueden buscar otras posiciones y maneras de excitación diferentes. No hay que olvidar que la respuesta sexual tiende a ser, en general, más lenta, pero a la vez puede resultar más permanente. Y tampoco se debe dejar de tener en cuenta que para gatillar el erotismo el órgano más importante es el cerebro.

Enviado por Carlos Mory.

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