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Acné en la adolescencia

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Para su cumpleaños número 16 Facundo* recibió un regalo muy especial de la madre naturaleza: el tan temido y odiado sarpullido que anuncia la llegada del acné.

«Comencé a frotarme la cara. Pero era muy poco y no me importaba. Además yo me ocupaba de otras cosas», dice Facundo, un joven colombiano que se mudó hace unos meses a Miami.

Cuando llegó a Estados Unidos el problema de su piel era muy serio. «Mis padres siempre me dijeron que el acné era algo normal y que no debía preocuparme, pero yo me veía cada vez peor. Llegué a tener diez pústulas en cada mejilla», comenta Facundo.

Facundo comenzó a sentirse muy incómodo hasta el punto de obsesionarse con el estado de su piel. «Es muy duro. Cuanto más te preocupas por eso, peor es. Yo estaba pendiente de cada nuevo grano que me salía. Y empecé a mirar la piel de otras personas para ver si tenían el mismo problema», revivió Facundo.

El mundo de Facundo comenzó a girar en torno a esa delgada superficie que protege nuestros órganos vitales. La comparación de su piel con la de los otros le trajo reflexiones muy amargas. El acné se había ensañado con él de una forma particular.

«Yo pasé por una etapa psicológica muy dura. Mi novia es de mi edad y tiene la piel perfecta. Lo único que hace para conservar la piel sana es pasarse tres veces al día unos paños para quitarse el exceso de grasa. A mí se me hacía muy difícil aceptar mi situación frente a ella», recuerda Facundo.

Su estrategia consistía en salir de noche y rechazar las invitaciones a la playa porque no quería quedar expuesto ante los demás. Incluso le daba excusas a su novia para que no lo viera así. Inventaba que estaba ocupado para no encontrarse con ella. Se convirtió en un muchacho huidizo. Para Facundo, nadie sufría de acné como él.

Curiosamente, el acné en el caso de Facundo no se debía ni a falta de higiene ni a mala alimentación. «Siempre rechacé la comida en paquete, así como papas, y las gaseosas. Yo tomaba mucha agua, comía muchas frutas», cuenta Facundo.

Además Facundo necesitaba cuidar su estado físico para destacarse en el tenis, su deporte favorito.

Sin embargo, su piel se empecinaba en jugarle malas pasadas. «Me ocurría que empezaba la semana con un brote muy liviano, después de haber comido muy sano el domingo, en familia y haber hecho mucho ejercicio. El martes estaba bien, el miércoles mejor y entonces decía ‘listo’ vamos a salir el viernes, pero la noche anterior me salían granos», cuenta Facundo.

Luego escuchó por algún lado que el acné era una bacteria, que no tenía nada que ver con sus hábitos. No importaba todo lo que él se cuidara, el problema requería ayuda externa.

Al borde de la depresión, Facundo no se dio por vencido. Y entonces movido por las ganas de curarse encontró en las páginas del periódico un aviso de un tratamiento nuevo, gratuito y decidió probar de qué se trataba. Era una decisión muy arriesgada porque había 50% de posibilidades de mejorar contra 50% de posibilidades de empeorar. Pero Facundo no se amedrentó.

A la semana de iniciado el tratamiento, Facundo no percibió ninguna mejoría y abandonó el experimento sin más. «Él quería obtener resultados ahí mismo y eso toma tiempo. Podría haber esperado para ver cómo reaccionaba su piel al producto, pero no quiso. Para él era una cuestión urgente», relató la madre de Facundo.

Su próximo paso fue consultar a un dermatólogo en Miami. El especialista le recetó un jabón y dos cremas «Triaz», que debía aplicarse dos veces al día, por la mañana, antes de ir al colegio y por la noche. Estas contenían benzol y peróxido. A la semana, notó un cambio alentador y se animó a retomar su vida social normal.

«Creo que es importante poner fe en los medicamentos. Esperar buenos resultados. Porque si no, uno se enferma de la cabeza, que es peor que enfermarse del cuerpo. Ahora estoy muy tranquilo porque logré un gran cambio», asegura Facundo.

Su problema lo ha convertido en todo un experto. Conoce los efectos que cada medicamento tiene sobre su piel y cuáles le permiten exponerse al sol mientras los está tomando. Explica las bondades de exponerse al sol para «quemar los barros y marchitar la piel». Describe con lujo de detalles las bondades de una limpieza facial. Se ha disciplinado para no «molestarse la cara» cuando le sale un nuevo punto blanco, porque «eso no hace más que empeorarlo».

Sin embargo a veces lo traiciona su impaciencia. Quiere verse bien ahora mismo y para lograrlo ignora los consejos del médico y retoma el uso de viejos productos muy agresivos que le dan resultado, pero temporalmente, según confiesa su madre.

* nombre ficticio utilizado para proteger la identidad del entrevistado y darle mayor libertad para expresar sus ideas

Graziana Palazzo

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