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Al estómago hay que tomarlo en serio

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Fabián Alvarez, un joven periodista con futuro promisorio, sufrió siempre de acidez o, al menos, desde que tiene uso de razón.
Con los años, las comidas abundantes (y el consiguiente sobrepeso) y, según calcula ahora, las tensiones y el estrés de la misma profesión, contribuyeron a que esa molestia fuera convirtiéndose en una tortura constante.

Ocupado como estaba, consultó alguna vez con un médico, pero éste le restó importancia a su problema a pesar de la cronicidad. Un día, Fabián no pudo tragar y lo que vino después fue aún más difícil de digerir: una biopsia del lugar afectado determinó que tenía células precancerígenas en la parte baja del esófago.

¿Cómo llegó a ese punto?

Mediante un proceso que comenzó con el reflujo proveniente del estómago.

La acidez, esa sensación de ardor o dolor en el pecho y la garganta, no es otra cosa que el principal síntoma del reflujo gastroesofágico (GERD, por su sigla en inglés), una enfermedad que puede acarrear graves complicaciones para la salud.

«Normalmente, entre el esófago y el estómago hay una barrera denominada esfínter inferior esofágico, que es una válvula que se relaja para dejar pasar la comida cuando tragamos y se tonifica inmediatamente después. En algunas personas, esa válvula se relaja o se abre espontáneamente cuando no debería y es entonces cuando el ácido estomacal pasa al esófago», explica el gastroenterólogo José Garrido.

Todos experimentamos alguna vez esta sensación. Pero para muchas personas se trata de una condición con la que deben lidiar día tras día. De hecho, se calcula que más de 60 millones de norteamericanos adultos tienen acidez al menos una vez al mes y cerca de 25 millones la sufren todos los días.

Además, no reconoce sexo ni edades (en niños y adolescentes incluso puede producir vómitos recurrentes y problemas respiratorios) y se agrava con ciertas condiciones, como el embarazo (el 35 por ciento de las embarazadas padecen acidez estomacal diariamente y más del 50 por ciento, en forma ocasional).

La hernia hiatal

Esta condición se empeora con la presencia de ciertos factores. «El sobrepeso es fundamental, ya que la presión del abdomen es mayor y, por lo tanto, también sobre el estómago. Otro agente potencial que puede agravar la acidez es la hernia hiatal, una prominencia de la parte superior del estómago, que se incrusta dentro de la cavidad del pecho», dice Guillermo Gubbins, otro gastroenterólogo.

Usualmente, el pecho y el estómago están separados por dos láminas de músculo llamadas diafragma. La hernia hiatal ocurre cuando la parte superior del estómago empuja hacia arriba a través de una abertura alargada (hiatus), al punto en que el estómago pasa a través del diafragma.

La presencia de este tipo de hernia es mucho mayor de lo imaginado. Una de cada cuatro personas de más de 50 años tienen una hernia hiatal. En principio, sólo influyen agravando la sensación de acidez, pero cuando un tercio del estómago sobresale sobre el diafragma, la presión en los pulmones puede dificultar la respiración y se pueden provocar lesiones en el estómago. En los casos más severos, el estómago se estrangula, no pasa suficiente fluido sanguíneo y es necesario recurrir a una cirugía para reducir el tamaño de la hernia.

Defensa del esófago

El ataque sistemático del GERD en el esófago, puede desencadenar condiciones muy serias. «Luego de varios años de acidez crónica, causa una inflamación del esófago (esofaguitis) y estrechez de la última parte del esófago, que puede impedir tragar normalmente. Para solucionarlo, se introducen unos globos especiales que ya dentro se dilatan», señala Isaac Bazán, especialista gastroenterólogo y profesor clínico. Pero, sin duda, el problema que puede ser más perjudicial es el denominado Esófago de Barrett, una condición precancerosa y que, paradójicamente, se desarrolla como una defensa del esófago ante los ácidos estomacales.

Lo que sucede es que la capa que recubre las paredes internas del esófago segrega un mucus más resistente al ácido, con células premalignas propensas a formar un tumor llamado adenocarcinoma.

Sin embargo, no todas las personas que padecen de acidez crónica desarrollan un Esófago de Barrett ni todos los que ya lo tienen generan un cáncer. Incluso, las probabilidades son muy bajas. Se estima que el riesgo de desarrollar un adenocarcinoma de esófago en un Esófago de Barrett es de aproximadamente 1 en 100 pacientes por año.

Los científicos aún no han podido determinar quiénes son propensos a estas condiciones, aunque estudios recientes parecen haber arrojado algo de luz sobre el tema.

Una investigación efectuada en Suecia, concluyó que tener acidez estomacal por lo menos una vez a la semana, aumenta las probabilidades de padecer este tipo de cáncer en las personas de 40 años o más.

De todos modos, se sabe que ciertos factores (como la obesidad, el uso de alcohol y fumar tabaco) aumentan el riesgo.

Por ahora, el progreso de un Esófago de Barrett a un adenocarcinoma no puede ser predecible, aunque ciertos cuidados pueden colaborar con un diagnóstico a tiempo.

«Quienes han padecido acidez crónica durante muchos años deben consultar con un experto, ya que esta condición no muestra síntomas en su etapa temprana», advierte Gubbins.

Incluso, el Fred Hutchinson Cancer Research Center (Seattle, Washington), recomienda que todos los pacientes con acidez crónica se sometan a una endoscopía con biopsia, con el fin de visualizarlo lo antes posible.

Una vez detectado el Esófago de Barrett, los médicos aconsejan mantener vigilado el tejido mediante una endoscopía anual y efectuar un tratamiento agresivo para disminuir la acidez y curar la inflamación.

Quienes generan una displasia severa (células premalignas en su peor estado), como fue el caso de Fabián, son sometidos a una operación de rescición de parte del esófago.

Mediante este procedimiento, se quita el esófago y con parte del estómago se forma un tubo que cumple las funciones de lo extirpado.

En un futuro no muy lejano, quizá los efectos defensivos del esófago se puedan revertir.

«Ciertos tratamientos experimentales están aplicando -con éxito- el láser para transformar las células precancerosas en tejido normal del esófago. Es decir, para revertir la posibilidad de desarrollar cáncer», dice Bazán.

PARA CONTROLAR LA ACIDEZ CRONICA

  • Modificar el estilo de vida: perder peso es bueno ya que se evita un mayor presión sobre el estómago.
  • No comer demasiado por la noche y no acostarse inmediatamente después de hacerlo: es recomendable esperar tres horas.
  • Evitar ciertos alimentos: chocolates, mentas, grasas, cítricos, tomates, té, café y alcohol son algunos de ellos.
  • Evitar el ejercicio físico con el estómago lleno.
  • No usar pantalones muy apretados.
  • No fumar: la nicotina aumenta la secreción de jugos gástricos.
  • Consultar con el médico sobre ciertas medicinas que resecan la boca y dejan de aportar saliva, que es el mejor neutralizador de los ácidos del estómago.

GABRIELA ABIHAGGLE

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