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Alimentos transgénicos

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En un artículo publicado por el diario «The Independent on Sunday» el pasado Domingo 27 de febrero, el Primer Ministro británico, Tony Blair, admitió que la población tiene razones legítimas para estar preocupada por la proliferación de los alimentos transgénicos.

Casi justo un año antes, el mismo Blair había usado un tono mucho más enérgico para arremeter contra lo que calificó como «campaña de extorsión«, refiriéndose a la desarrollada contra las empresas que elaboran estos alimentos. En esa oportunidad reconoció que él mismo los consumía, porque los consideraba absolutamente seguros.

Las declaraciones más recientes del premier inglés surgieron a la luz pública 24 horas antes de la realización de la Conferencia Internacional sobre los Alimentos Transgénicos, a cargo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en Edimburgo.

La ambivalente posición de Blair puso de relieve lo que fue tema central del foro y también la preocupación más importante de la comunidad científica hoy respecto a este tipo de alimentos: cómo resguardar la seguridad para su consumo y evitar que un día su manipulación se escape de las manos.

La conferencia finalizó con una petición para crear un comité internacional consultivo que aborde con base científica el tema. Hasta el momento no se han registrado accidentes de importancia derivados del uso de alimentos transgénicos, más bien tienen un historial intachable, pero ni el científico más temerario podría asegurar en un 100% la confiabilidad de todos los productos manipulados genéticamente.

Experiencias cercanas han pulverizado posiciones dogmáticas respecto a la experimentación científica y la seguridad sanitaria. En la propia Inglaterra aún recuerdan los devastadores efectos de la llamada «enfermedad de las vacas locas«.

Modificación genética

Los vegetales transgénicos son productos a los que se han introducido genes o alterado los existentes, de modo que mejore su comportamiento. De esta forma se logran efectos que, bien aprovechados, facilitan una enormidad de tareas para el hombre, especialmente en el aspecto nutricional.

Algunos ejemplos del uso de la tecnología transgénica son:

  • Frutas y verduras más resistentes a las enfermedades y cambios de clima.
  • Arboles asexuados que reducen la producción de follaje para concentrar sus energías en la generación de madera.
  • Hortalizas que postergan su período de maduración para ser transportadas en mejores condiciones a lugares distantes.
  • Mayor presencia de una vitamina que se necesita más que otra en un alimento de determinada región del planeta.

En 1982 apareció la primera planta transgénica experimental, pero sólo a comienzos de esta década se plantó el primer vegetal de este tipo en cultivos.

En todos estos años de experimentación no se ha comprobado ningún caso de enfermedad o daño producido a las personas que consumen alimentos como éstos. Sin embargo en los últimos meses, en vista de su creciente masificación, han surgido voces alertando sobre la seguridad.

¿Porqué la desconfianza?

Según el bioquímico y microbiólogo chileno Romilio Espejo, del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA) esta posición se debe a que «en todo el mundo se está buscando un marco regulatorio que garantice la total seguridad de estos alimentos. Los avances genéticos han sido mucho más rápidos que el desarrollo de las normas correctas».

El doctor español José Ignacio Cubero, docente de la cátedra de Genética de la Universidad de Córdoba y presidente de la Sociedad Española de Genética, estima que este ánimo alarmista emana también de otros factores.

Por ejemplo, respecto a la posición del Gobierno inglés, actualmente uno de los más empecinados en establecer normas mucho más estrictas, el especialista dijo que eso tiene una justificación política. «Tienen miedo a perder votos ecologistas. En sus primeras manifestaciones -las del año pasado- el ministro Tony Blair estaba poco tocado por la política electoral, por eso expresaba confianza en los alimentos transgénicos. Él recibía informes científicos 100% confiables y se basaba sólo en eso para emitir declaraciones»

Otra de las discusiones actuales en torno a este tipo de alimentos es cómo pueden ser utilizados para solucionar problemas nutricionales, especialmente en los países del tercer mundo. Pero esto resulta poco factible considerando que la tecnología de manipulación genética de los vegetales es propiedad de grandes compañías multinacionales que tienen como objetivo número uno obtener ganancias.

«Ese es un problema serio -advierte el doctor Cubero-. Las multinacionales no controlan sólo los transgénicos, sino que el mercado alimenticio en general. Me aterra pensar que lleguemos a tener comportamientos monopólicos».

«La solución es que los estados creen programas específicos de investigación -agrega-. El problema es que al parecer los gobernantes no confían en los científicos que ellos mismos forman. A veces no entiendo para qué lo hacen si las cosas que decimos no las toman en cuenta. Entonces, o confían en nosotros o dejan de invertir en crear científicos».

Este problema fue planteado como prioritario por países subdesarrollados y en vías de desarrollo en la conferencia de Edimburgo.

En relación a esto, el microbiólogo chileno Romilio Espejo expresó que debe existir un cambio de mentalidad. «Mi impresión es que eso no está ocurriendo -indicó-. El Estado cada vez tiene un rol más restringido a aspectos directamente sociales o educacioneles. En general no asume el riesgo para actividades tan costosas como la investigación genética».

Tratamiento cuidadoso

Según el Dr. José Ignacio Cubero, los alimentos transgénicos pueden prestar grandes servicios a la humanidad, siempre que tengan un tratamiento prolijo en extremo y no se den noticias alarmantes sobre su consumo.

«La desconfianza -precisa el especialista- surge porque desde un principio se le llamó revolución. Los transgénicos no son una revolución, sino una evolución de una técnica de mejora vegetal que no se inició este siglo, sino que mucho antes, cuando se abandonó la mera selección como método de cultivo».

Romilio Espejo, en cambio, discrepa y señala que sí es una revolución «porque se incorpora una tecnología nueva. Se mezclan bacterias con plantas, algo que en la naturaleza no ocurría. Es una ciencia cualitativamente revolucionaria».

Pese a las diferencias de opinión en ese ámbito, el consenso es que los alimentos modificados genéticamente pueden ser un gran aporte para la comunidad.

En la actualidad, científicos estadounidenses están trabajando en producir patatas que contengan en su interior las vacunas de la infancia. Podría ser una ayuda incalculable para evitar enfermedades en extensas zonas de África, por ejemplo.

Según el Dr. Cubero «no hay cosas buenas ni malas a priori. Existen alimentos naturales peligrosos que podrían ser buenos si se les quita el veneno genéticamente; pero un mal hombre podría hacer un transgénico venenoso… Las tijeras se inventaron para cortar tela y papeles, pero también se puede matar con ellas. No hay diferencia entre ambos ejemplos».

Enviado por Carlos Mory

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