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Déficit atencional

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La dificultad para mantener la atención en una actividad, la imposibilidad de mantenerse quietos y la gran impulsividad son las principales características de los niños que sufren de déficit atencional.

Pedro tiene diez años y cada vez que llega a casa del colegio realiza la misma rutina: tira la mochila en el sillón, dice que perdió el buzo en la escuela y prende el televisor. Después de oír 20 veces el llamado para tomar la leche se acerca a la cocina donde, tras tomar un sorbo, corre al cuarto a jugar. Ahí no está más de dos minutos porque no se puede concentrar en ninguna actividad.

Y no sólo en casa tiene problemas. También los profesores y compañeros de clase se desesperan con este niño que no puede mantenerse quieto, no respeta los turnos y molesta a sus amigos.

Para muchas personas, Pedro podría parecer una cosa de locos, pero él no constituye ningún caso extraño, sino que representa al 5% de la población en edad escolar.

De hecho, existen cerca de tres niños en cada sala de clases que cuentan con el mismo diagnóstico: déficit atencional. Estos pequeños se caracterizan por la incapacidad para concentrarse por un tiempo considerable, la impulsividad y la hiperactividad.

La sicóloga infantil titulada de la Universidad Católica de Chile María Teresa Irarrázaval, quien trabajó en instituciones educacionales por más de 20 años, explica que «lo más frecuente es que este problema recién se note en el colegio, porque hay un grupo semejante con el que se lo compara. Claro que ya a los tres años y medio o cuatro años se detectan los casos más severos».

Síntomas

Para saber si un menor sufre de este problema y diferenciarlo de un estado pasajero de su personalidad, hay que observar si presenta los siguientes síntomas de manera recurrente:

Déficit atencional

  • Se distrae con facilidad y es evidente que le cuesta concentrarse en una actividad determinada o en una conversación.
  • Tiene gran dificultad en aquellas situaciones que requieren atención sostenida, tales como mantener la lectura o copiar un texto.
  • Le cuesta comenzar a hacer las tareas e incluso es frecuente que las deje inconclusas.
  • Cambia de una actividad a otra sin terminar ninguna.
  • Frecuentemente extravía objetos, como juguetes, cuadernos o libros.
  • Es descuidado en su hogar y no sabe organizar sus actividades.

Hiperactividad

  • No puede permanecer quieto mucho tiempo y cuando está sentado se mueve continuamente.
  • En casa va de un lado para otro, alterando la dinámica del hogar y generando roces con sus hermanos.
  • Suele manipular objetos sin una finalidad determinada.
  • En clase se levanta y abandona su asiento.
  • No puede dedicarse con tranquilidad a actividades de ocio.

Impulsividad

  • No respeta reglas ni turnos en los juegos con otros niños.
  • Suele responder antes de que se le haya completado la pregunta.
  • Inicia las tareas antes de terminar de escuchar las instrucciones.
  • Hace comentarios fuera de lugar e interrumpe la exposición del profesor.
  • Interfiere frecuentemente las tareas de los otros niños.

A pesar de que la falta de concentración es un elemento que siempre está presente en el Síndrome de Déficit Atencional, la hiperactividad y la impulsividad no siempre son indispensables para establecer el diagnóstico. Según María Teresa Irarrázaval, esto se debe a que «se trata de una cosa propia de cada niño, que está relacionada con su madurez personal».

Tratamiento precoz

A pesar de que nadie puede esperar que un niño se cure de este problema del día a la mañana -ya que el tratamiento es a muy largo plazo-, si el déficit es tratado a tiempo y solucionado correctamente, el niño debería crecer y convertirse en una persona que sabe canalizar el problema.

El sicopedagogo y especialista en trastornos conductuales en infancia y adolescencia, Miguel Gatica, asegura que «para que estos niños salgan adelante necesitan un tratamiento multidisciplinario, que incluye tratamiento neurológico, sicopedagógico y sicológico».

La mayoría de los casos se trata neurológicamente con remedios sicotrópicos, es decir, inhibidores del sistema nervioso central como el Ritalín o el Ciler. «Estos disminuyen la sobreactividad y por lo tanto los menores deberían atender mejor», comenta Gatica.

Por su parte, el rol del sicopedagogo es entregar ciertos trucos para que el pequeño supla sus dificultades. Además lo ayuda con las materias que no alcanzó a captar en clases.

Sin embargo, no siempre el tratamiento logra buenos resultados. En general, entre un 30% y un 70% de los jóvenes y adultos que sufrieron este síndrome cuando pequeños y no fueron atendidos en su oportunidad, o cuyo tratamiento fue inadecuado, permanecen con las mismas características.

«Se aprende la forma de vivir con esto, más que sanar. Siempre la persona va a tener cierta dificultad en esta área», comenta la sicóloga infantil.

Esto se expresa en dificultad para encontrar y mantener trabajos, bajo rendimiento laboral, falta de organización y disciplina, problemas para concentrarse, olvidos, depresión y baja autoestima, entre otras cosas. Incluso se ha visto que es más frecuente la relación de estas personas con las adicciones, tales como las drogas, el alcohol y el tabaco.

FUENTE: María Teresa Irarrázaval, sicóloga infantil, titulada de la Universidad Católica de Chile, en Santiago.
FUENTE: Miguel Gatica, sicopedagogo y especialista en trastornos conductuales en infancia y adolescencia.
Por Carolina Valdivieso

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