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Estudian una hormona para controlar la infidelidad

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Científicos estadounidenses lograron convertir una variedad de ratones que suelen ser promiscuos y solitarios en fieles padres de familia, en el marco de una investigación que puede proporcionar un nuevo avance en la búsqueda de un tratamiento para la agresividad y los problemas sexuales en los seres humanos. Una modificación genética en los receptores de la hormona vasopresina efectuada en ratones de monte -que son solitarios pero polígamos- ha logrado que se conviertan en monógamos y cuiden de sus crías. En los seres humanos, esta hormona parece relacionarse con la agresividad, las desviaciones sexuales o algunos problemas como el autismo.

La investigación se centra en las transformaciones genéticas a través de la vasopresina, una hormona antidiurética que controla la presión de los líquidos en el riñón, que también se relaciona con la agresividad y los comportamientos sexuales. El estudio fue realizado por un equipo de científicos de la Universidad Emory y publicado en la revista Nature. Si bien roedores y humanos tienen la misma complejidad genética (tres millones de pares de bases), no hay garantía absoluta de que lo que funciona en los ratones lo haga también en las personas. Pero por ahora estos animales son el mejor campo de experimentación para futuros tratamientos.

Si se observaran resultados similares en personas, la investigación reforzaría las tesis de algunos psicólogos que sostienen que existe cierta predisposición biológica a la violencia. Aunque los científicos no creen que la posibilidad de convertir a hombres y mujeres de comportamientos polígamos en monógamos esté a la vuelta de la esquina, sí que intuyen que sus hallazgos pueden poner a otros equipos en la línea correcta de investigación en dolencias psiquiátricas y antisociales.

Las claves

La investigación de los científicos de la Universidad Emory podría dar claves para estudiar las causas, en humanos, de la agresividad, las desviaciones sexuales y problemas como el autismo. La agresividad ha sido abordada desde diversas ópticas. Una de las más influyentes es la que sentencia que la violencia está escrita en nuestros genes y guarda una relación directa con los niveles de la hormona serotonina, que es un neurotransmisor. La investigación ahora realizada con ratones también se centra en las transformaciones genéticas, pero a través de otra hormona, la vasopresina.

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