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Hablemos del SIDA

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Una investigación demuestra de qué manera el tipo de pareja que uno entabla dice mucho acerca de cómo serán los cuidados a la hora de prevenirse del virus VIH.

«Dime cómo te relacionas y te diré cómo te cuidas.» La frase puede aplicarse a la hora de poner bajo la lupa los distintos tipos de pareja y qué medidas toman para prevenirse del SIDA, de acuerdo con una investigación realizada en la Capital y el Gran Buenos Aires. Si el estilo es querer al otro, pero no ser correspondido de igual modo, los sufridos enamorados tenderán a no exigir el uso del profiláctico en las relaciones sexuales.

Por otro lado, si se trata de amantes racionales, no dudarán en emplear el preservativo, una actitud impensable -en cambio- para seres más apasionados y vehementes, en quienes el hecho de no cuidarse es visto como una prueba de amor. No faltan, tampoco, parejas tradicionales que al principio toman recaudos, pero con el paso del tiempo los dejan en el olvido, al aumentar la confianza mutua que aleja el temor de contagio. Aunque, claro está, aunque la sensación desaparezca, el riesgo sigue presente.

«Esta investigación incorporó un aspecto a nuestro entender descuidado en todos los estudios sobre el SIDA de nivel internacional -explica Ana Lía Kornblit, médica y socióloga, investigadora del Conicet, que junto con Ana Méndez Diz y Mónica Petracci, del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, estudiaron a 124 personas de un modo diferente del habitual.

Hasta ahora, la mayor parte de las investigaciones han tomado la conducta individual, y no han incluido en sus análisis los vínculos de pareja, siendo precisamente en este contexto en el que se adoptan o no las medidas de protección ante el HIV. Forzosamente, el tema del SIDA debe enfrentarse de a dos«, afirma.

«La idea era estudiar gente que no integrara los grupos más golpeados por la enfermedad, como homosexuales o drogadictos -indica, al tiempo que agrega-: Todos habían tenido en los últimos cinco años al menos dos relaciones de pareja, y mantenido con ellas encuentros sexuales.»

Los resultados revelaron que «en general, en las primeras relaciones sexuales el preservativo se usa en forma sistemática, así como en los vínculos poco comprometidos. Pero a medida que entra a jugar el asunto amoroso, la situación se complica. Entonces, según el estilo de pareja que se entable, se empleará o no profiláctico», comenta.

Cada uno con su cada cual

Alrededor del 20 por ciento acaparó cada una de las cuatro modalidades de pareja descritas en el estudio. El grupo denominado El amor no correspondido abarcó el 22,5% de la muestra. «En su mayoría -señala- eran casos de mujeres que habían sido abandonadas o no se sentían muy queridas por su pareja actual.» Si bien el SIDA inquietaba sus mentes, sólo lograron imponer el uso del profiláctico en los primeros encuentros sexuales. Luego, el rechazo del otro a seguir cuidándose las llevó a no insistir sobre el tema. «El temor de perder a su pareja y el sentimiento de que la relación era bastante complicada como para introducir un nuevo factor de conflicto, las llevó a no usarlo», destaca la especialista.

Las parejas tradicionales, modelo que aglutinó el 20,1 por ciento de los casos, son aquellas con un estilo de vida en común, que planean tener hijos y son algo posesivos uno del otro. Al principio tomaban recaudos, pero al sentir que la relación avanzaba afectivamente, los abandonaron. «El no quería cuidarse y pensé que debía aceptarlo así porque ya era un vínculo estable. Me pareció una cuestión de confianza», expresó una de las encuestadas, de 28 años. Esta actitud muestra algunos matices según revela la investigadora. «Algunos simplemente lo conversan y les basta el testimonio de su pareja de que no mantuvo una relación de riesgo previa.

Otros, en cambio, se hacen el análisis para determinar si están infectados. A partir de los resultados negativos no usan más preservativos y establecen una especie de pacto hacia el futuro: De ahora en más si alguno mantiene una aventura o desliz usará profiláctico para cuidar al otro.» Hablar del SIDA es un tema difícil para algunas parejas. «Implica siempre la presencia de un tercero ya sea del pasado o del futuro. A quienes son posesivos o celosos les genera un gran esfuerzo«, agrega.

Unos y otras

Obsesivos del amor no eran pocos, por cierto. El grupo reunía el 23,4 por ciento de la muestra. Vehementes, la pasión es todo para ellos y jamás usaron preservativo ni piensan hacerlo. Es más, para ellos la falta de recaudos es considerada una prueba de amor. Sus relatos mostraban coincidencias tales como: «Si tiene SIDA, prefiero morir con él» o «Todo lo que sale de él lo amo, aunque sea el virus». En su mayoría eran mujeres que «posponían cualquier otra preocupación en aras de su pareja».

En contrapartida, preferentemente varones conformaban el grupo de amantes racionales, el más numeroso de los cuatro al aglutinar el 33,8 por ciento de los casos. «En ellos, el vínculo amoroso es un aspecto más de su vida, sin que permitan que interfiera con sus proyectos personales más generales», precisa la doctora. Aquí el uso del preservativo no se olvida nunca. «Su bien asentada autoestima hace que la necesidad de afecto no los lleve a embarcarse en situaciones de riesgo para su salud», afirma.

Para qué sirve la prueba

«Una misma persona con distintos tipos de relación adopta diferentes actitudes», dice Ana Lía Kornblit, investigadora del Conicet, que estudió cómo el tipo de relación de pareja influye en la prevención del SIDA. La investigadora presentó este trabajo en un congreso realizado recientemente en Canadá.

«La confusión con respecto al sentido del test para detectar el HIV es llamativa. Muchos consideran la prueba como preventiva, cuando en realidad es diagnóstica. Algunos nos decían: Cada seis meses me someto al examen, y estoy tranquilo. Por cierto, de nada vale que el test resulte negativo y ellos luego mantengan relaciones de riesgo», señala.

En fin, las posibilidades son muchas. Los resultados de esta investigación revelan «estrategias espontáneas adoptadas por la gente -dice Kornblit-. En el largo plazo sería importante que en las campañas se relacionara la educación sexual con el aspecto afectivo. Pero de eso, por ahora, no se habla», concluye.

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