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Nunca es tarde para dejar de fumar

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Esther Prieto recuerda muy bien los días en que encendía sus primeros cigarrillos. «Era muy joven, tenía sólo 16 años y, como muchas de mis amigas, todo empezó casi como un juego. Pensábamos que fumar era cool. Nunca me imaginé que esa chiquilinada se convertiría en una adicción tan peligrosa», dice.

Treinta y ocho años después, ella puede hablar tranquila y sin un cigarro en la mano. Pero las cosas no han cambiado mucho para otros jóvenes.

Aún hoy, cerca del 80 por ciento de los fumadores se inician en ese hábito de fumar antes de los 18 años. Incluso, según un reporte de la American Heart Association (AHA), en Estados Unidos hay 4.1 millones de fumadores de entre 12 y 17 años.

El mismo informe calcula que cada día, más de 6,000 adolescentes prueban un cigarrillo por primera vez y más de 3,000 se convierten en fumadores regulares.

Con esas cifras, la world health organization no predice un futuro muy promisorio. de acuerdo con la entidad, las muertes por enfermedades relacionadas con el hábito de fumar aumentarán de los 3 millones por año que se estimaba en 1990 a 10 millones por año para el 2025.

Asesino silente

De apariencia inofensiva tras el delicado papel blanco que lo recubre, en realidad el cigarrillo es un arma mortal que actúa lentamente, pero sin pausa y en silencio.

Cada vez que una persona fuma un cigarrillo, quita un promedio de 11 minutos de su vida. Así lo asegura un nuevo estudio publicado en el British Medical Journal a comienzos de este año.

De acuerdo con la investigación, que hizo los cálculos basándose en alguien que se iniciara en el hábito de fumar a los 17 años y continuara hasta los 71 años, (encendiendo 311,688 cigarrillos durante ese período) un hombre que haya pasado su vida fumando sustrae seis años y medio de su vida promedio.

Según la American Lung Association (ALA), cada cigarrillo contiene más de 4,000 químicos diferentes, de los cuales 43 son agentes que promueven cáncer y provocan adicción y otros cientos incrementan el poder de los carcinógenos.

De hecho, fumar es la principal causa de cáncer de pulmón. Estudios de la ALA han mostrado que el hombre que fuma es 22 veces más propenso a desarrollar este tipo de cáncer y que para la mujer esa probabilidad es 12 veces mayor.

Los datos de la American Cancer Society no hacen más que confirmar esas investigaciones. De acuerdo con ellos, entre el 85 y el 90 por ciento de los pacientes de cáncer de pulmón son fumadores y la mayoría del restante 10 a 15 por ciento, ha estado o está expuesto al humo del cigarrillo como fumador pasivo.

Además, hay otros tipos de cáncer asociados con fumar. «Mucha gente cree que si no inhala el humo del cigarrillo no tendrá problemas. Eso es totalmente falso, porque esos químicos entran en contacto con la boca y la laringe, donde también pueden causar cáncer'», advierte la terapista respiratoria Ana Burgos, coordinadora de los cursos para dejar de fumar en el South Miami Hospital.

Pero ésta no es la única consecuencia del consumo de tabaco.

«La nicotina y todos los otros componentes del cigarrillo también aceleran el proceso de la arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias), que conduce a la aparición de enfermedades coronarias y a un mayor riesgo de sufrir un infarto o un ataque cerebral», explica el doctor Carlos Abraira, médico internista de Palmetto General Hospital.

El especialista asegura que todos los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares sumados no son más importantes ni determinantes que fumar.

Y quienes estén interesados en su aspecto tienen otro motivo para preocuparse. «El tabaco colabora con el proceso de envejecimiento prematuro de las células y los tejidos, porque no reciben buena oxigenación», indica el doctor Abraira.

Como si todo esto fuera poco, fumar es un factor de riesgo para las enfermedades renales crónicas, la impotencia y la infertilidad.

«Sin duda, el cigarrillo es un asesino silente. Mientras fumas, probablemente te sientas bien. Pero un día, sin previo aviso, notarás que no puedes respirar bien o que tienes un problema al corazón», afirma el experto.

La última pitada al cigarrillo

Mientras más se fuma y durante más tiempo, mayor es el riesgo. Sin embargo, no todo está perdido. A pesar del daño ocasionado luego de años de introducir esos tóxicos al organismo, nunca es tarde para decirle adiós al cigarrillo.

Cuando un fumador termina con su hábito, el riesgo de contraer cáncer disminuye con cada año que se mantiene libre del cigarrillo, ya que las células anormales son reemplazadas por normales.

La mejoría es tan notable, que en un plazo de 10 años, el riesgo decrece a un nivel entre el 30 y el 50 por ciento del riesgo de las personas que continúan fumando. Y, con ello, también disminuye el riesgo de otras enfermedades vinculadas, como las del corazón y el ataque cerebral, así como reduce significativamente los riesgos de contraer enfisema y bronquitis crónica. Sin embargo, aunque 9 de cada 10 fumadores quieren dejar de hacerlo, muchos encuentran esta tarea muy difícil para lograrla solos. Uno de los motivos de esto, es que la nicotina que poseen los cigarrillos es tan adictiva como la heroína y la cocaína.

«No es nada fácil. Antes de dejar el cigarrillo yo estaba desesperada, pero la verdad es que no podía hacerlo por mí misma. Intenté usar parches de nicotina y mi adicción era tan fuerte que seguía fumando, aún cuando los tenía puestos. Al final, decidí seguir con el cigarrillo, pero sin los parches», cuenta Esther Prieto.

Afortunadamente, hace cuatro años se enteró de uno de los muchos programas que pueden ayudar a las personas que desean dejar de fumar a cumplir con éxito sus objetivos.

«Desde ese día no he vuelto a encender ni un solo cigarrillo, ni siquiera cuando estoy con gente que está fumando. Y lo mejor, es que respiro mejor, mi ropa no huele a tabaco y saboreo más el gusto de las comidas», dice Prieto.

Casi todos los programas constan de seis sesiones (una por semana) y la meta es efectuar cambios positivos en el comportamiento de las personas que asisten.

«Las primeras dos sesiones se dedican a hacer un plan de acción para el día en que se deja de fumar. Identificamos los patrones de comportamiento asociados con la práctica de fumar y entonces establecemos el plan para renunciar al cigarrillo», señala Jennifer Pinto, coordinadora del programa Smoking Cessation Program de la University of Miami.

Pero es recién en la tercera sesión la prueba de fuego. «En esa jornada tenemos una ceremonia formal donde los participantes dejan el cigarrillo», agrega.

Los cursos son acompañados por charlas de expertos en psicología, cardiología y nutrición.

Aunque uno de los pilares más importantes de estos programas es la enseñanza de técnicas para manejar el estrés y la ansiedad que produce dejar de fumar.

Los más populares son los ejercicios de respiración profunda, relajación, visualización y la manipulación de objetos para ocupar las manos en sustitución del cigarrillo.

«Lo importante es que hagan algo en el momento en que sientan el deseo de llevarse un cigarrillo a la boca», afirma la terapista Burgos. En muchos casos, se utiliza como complemento la terapia de reemplazo de la nicotina, para contrarrestar los efectos de la ausencia de ésta (irritabilidad, insomnio, aumento del apetito).

Este reemplazo puede aplicarse en forma de parche, mascando un chicle de nicotina, a través de un spray o con un nuevo inhalador.

El éxito de los programas es notorio. «Hemos hecho un seguimiento y al año de completar el programa, el 82 por ciento de los participantes siguen sin fumar», señala la coordinadora Pinto.

GABRIELA ABIHAGGLE

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