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Patología del matrimonio unilateral

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Un estudio conjunto realizado por la Universidad Federico Villareal y el Ministerio de Salud en Lima y Callao, reveló que del universo encuestado, un 35% de las personas que tiene pareja ha sufrido violencia psicológica y un 17,4% violencia física.

Según estadísticas del INEI, un 37,5% de las mujeres adultas y un 32,5% de niñas serían las más afectadas por la violencia doméstica. De acuerdo con Ferrato (1991), la mayoría de las víctimas de violencia doméstica son mujeres. Lamentablemente son relativamente pocos los casos denunciados, principalmente por temor a represalias por parte del esposo. De las 2,460 mujeres encuestadas por el INEI en Lima y Callao, el 24,3% afirmó continuar con su pareja por miedo y el 17,1% por considerarlo moral.

La violencia doméstica se define como el abuso psicológico, sexual o físico habitual para controlar o manipular a la pareja o a la prole. La violencia doméstica psicológica se manifiesta de las siguientes maneras:
1. Abuso verbal: insultar, ridiculizar, humillar, crear confusión.
2. Intimidación: asustar con miradas, gestos o gritos.
3. Arrojar objetos o destrozar la propiedad.
4. Amenazas: de herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños.
5. Abuso económico: control abusivo de las finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedir el desarrollo o progreso profesional aun cuando sea necesario.
6. Abuso sexual: imposición de relaciones sexuales y del uso de anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual.
7. Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escucha de conversaciones, impedimentos de cultivar amistades, etc.
8. Desprecio (Arina, n/a).
Entre las consecuencias de la violencia familiar, física o psicológica se cuenta en primer lugar el efecto conocido como Trastorno de Tensión Post-Traumática (TTPT), que sobreviene a la exposición activa o pasiva a conflictos y violencia domésticos. (Este efecto obtuvo la categoría de diagnóstico en 1980).

Igualmente se encuentran la aceptación y/o justificación de la violencia como castigo merecido, la posible destrucción y alienación física, psicológica y/o moral de la víctima, la aparición de complejos y desórdenes del comportamiento, tales como agresión a otros, conducta destructiva y/o violenta (Hotaling & Sugerman, 1986 – American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, No. 33, 4/1998), engaños, mentiras, robos, desobediencia, pérdida de empleo, desórdenes psicosomáticos, pasividad, aceptación y/o justificación del hostigamiento, inestabilidad emocional, actitudes autodestructivas, hostilidad, angustia (Finkelhor & Brown, 1988), drogadicción y alcoholismo (Conte, 1988).

Niñas y niños testigos de violencia doméstica albergan frecuentemente sentimientos de culpa, vergüenza, miedo, confusión, rabia, depresión, abandono, impotencia, tristeza, obligación. Alcanzados los extremos, trátese de abuso, violencia física o psicológica, es preferible la separación o el divorcio antes que mantener un matrimonio nocivo y la exposición de las víctimas al maltrato. La persistencia del conflicto doméstico es lo realmente dañino, haya divorcio o no (W. Gessen, 1998 – American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, No. 33, 4/1998; J. Malley, Murray Research Center, 1997).

No se trata de promover el divorcio, sino los matrimonios sanos que no representen peligro para las partes, especialmente los infantes. Los matrimonios-castigo están pasados de moda y son las células cancerígenas de la sociedad. La negación arbitraria del divorcio implica abuso legal, psicológico, emocional y moral habitual para controlar o manipular a la pareja (en este caso para mantenerla atada en contra de su voluntad a una relación inexistente). Las consecuencias de tal conducta sobre la víctima a nivel moral, emocional, profesional, material, etc., coinciden con las expuestas arriba. Negar el divorcio al cónyuge por un tiempo prolongado equivale a maltrato psicológico.

Algunos «hombres de letras» y diplomados en derecho no salen de su empeño de hablar de «culpable» y «víctima» cuando se habla de divorcio por separación de hecho. Asumen absurdamente (y no creo que lo hayan aprendido en la universidad) que quien abandona el hogar es el «culpable» hasta que se compruebe su inocencia (??), sin saberse por qué lo abandonó, y asumen que es el hombre quien lo deja. Nadie piensa en las mujeres que, siendo víctimas de maltrato -difícilmente comprobable por cierto-, huyen del esbirro que se ha quedado en casa y que prolonga el maltrato psicológico negándoles luego el divorcio.

¿Se convierten estas mujeres automáticamente en «culpables» y «cobardes» por haber huido del maltrato? ¿Deben las mujeres y los hijos ser mártires per secula seculorum para ser bien vistos? ¿Se justifica el mantenimiento de una unión que, además de ser un matrimonio unilateral, es un calvario? Ante la perpetuación del conflicto doméstico y los desórdenes y trastornos al que éste conlleva, y que afectan tanto a adultos como a menores, el divorcio por separación de hecho se vislumbra como una solución sana y humana al problema.

Camilla Ekman. Grupo de Apoyo Pro Divorcio Unilateral. Lima (Perú), 1999

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