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Sida (VIH)

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Margarita sabía desde hacía mucho tiempo que su matrimonio no había sido el mejor. Pero también sentía que no tenía el tipo de libertad como para dejar a Patrick y punto. Después de todo, tenían dos niños a los que amaban, y más importante aún, sabía que los niños nunca entenderían. Si dejaba a Patrick, su familia nunca lo aceptaría.

Así es que por eso se quedó con Patrick. Conforme los niños fueron creciendo ella supo que, con el tiempo, terminaría por dejar a Patrick, y así lo hizo. Sin embargo, no podía menos que sentir tristeza por la forma en que habían terminado las cosas.

Para empeorar las cosas, todos le hablaban de lo mal que se veía Patrick, y de lo mucho que la necesitaba. Siempre había estado delgado, pero ahora estaba adelgazando todavía más. Además, estaba bebiendo en exceso. Pero ella ya no vivía con él. Por supuesto, seguía siendo su esposa, pero ahora gozaba algo del consuelo que le hizo falta durante tantos años. Por fin estaba en paz consigo misma. Su apartamento tenía un solo cuarto y una cocina en un armario, pero era de ella y lo podía disfrutar.

Y luego una tarde sonó el teléfono. Se trataba de Patrick. Estaba en la sala de emergencias y había declarado que ella era su esposa. Margarita corrió a verlo, a contestar preguntas, a llenar un sin fin de formularios y luego esperó. Toda la noche, mientras el personal del hospital trataba de controlar los signos vitales de Patrick, ella se preguntaba qué le habría sucedido esta vez que estaba tan enfermo.

Sacudió la cabeza con tristeza: tantos años de fumar cigarrillos y tomar cerveza. Se recostó en la silla y suspiró, mientras lentamente apoyaba su cabeza sobre la pared. Hasta sentada sentía que necesitaba apoyo para pasar esta noche.

Por la mañana, cuando el proveedor de servicios de salud de turno llegó a buscarla sólo le hizo una pregunta: «¿Por qué no nos dijiste que tu esposo era VIH positivo?«. No bien salieron las palabras de sus labios, el proveedor de servicios de salud se dio cuenta de que había cometido un error. La expresión en la cara de Margarita le reveló que ella no lo sabía.

Nunca hay forma de prepararse para lo que sucede cuando el VIH/SIDA golpea nuestras vidas. Con demasiada frecuencia, las latinas ven al SIDA como algo que sucede a los hombres homosexuales blancos. Y sin embargo, los números, la investigación y las muchas vidas de latinas que han sido tocadas por el VIH/SIDA cuentan una historia diferente.

Podemos esconder nuestras cabezas y pensar: «Nosotras no, yo no, ni mis amigas«. Pero si miras a tu alrededor, es obvio que el SIDA es una preocupación para las latinas – no sólo como madres, hermanas y amigas de las personas que son VIH positivas, sino además porque nosotras mismas somos VIH positivas.

Desde principios de la década de 1980, cuando los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades comenzaron a monitorear lo que después sería conocido como VIH/SIDA, los hispanos han estado excesivamente representados en la incidencia de casos de SIDA (VIH). Además, la proporción de latinas que son VIH positivas ha aumentado de manera constante. No sólo aumentan los números sino que también la magnitud es impresionante.

En 1993, se publicó «Las mujeres y la epidemia del SIDA«: Una crisis inminente para las Américas (Women and the AIDS Epidemic: An impending crisis for the Americas) de la Organización Panamericana de la Salud. En 1994, las latinas representaban sólo el 9% de la población general, pero hasta un 20% de las mujeres con SIDA, y las cifras van empeorando.

Comportamientos de alto riesgo

Durante los primeros días del SIDA, los funcionarios de salud pública hablaban de grupos que presentaban alto riesgo de contraer el VIH – SIDA. Era más fácil decir que el SIDA ocurría a personas en esas comunidades. Y nos consolábamos con decirnos que esas personas no eran nuestros hombres, ni nuestra comunidad y menos las latinas.

Hoy conocemos la realidad. Todos están en riesgo de contraer el VIH/SIDA: ser miembro de cierto grupo no es lo que lo pone a uno en alto riesgo de contraer el VIH/SIDA. Lo que lo pone a uno en riesgo de contraer el VIH/SIDA es practicar ciertos comportamientos.

El mensaje de prevención del VIH es todavía muy difícil de comunicar por varias razones. Primero, la mayoría de los comportamientos que aumentan la posibilidad de exponerse al VIH son sexuales privados o comportamientos ilegales (inyectarse drogas ilegales y compartir agujas) y, por lo tanto, no son fáciles de discutir abiertamente. En segundo lugar, como estamos tratando con comportamientos privados, la precisión sobre lo que alguien dice acerca de su situación con respecto al VIH y sus riesgos pueden ser cuestionables. Muchas personas no saben cuál es su estado o niegan participar en actividades que los ponen en riesgo. En otras palabras, la gente miente. Finalmente, es difícil admitir que tenemos preocupaciones con respecto al VIH/SIDA cuando sabemos que nuestra familia y amistades desaprueban nuestras costumbres sexuales o nuestras relaciones íntimas con hombres y mujeres que comparten agujas cuando se inyectan drogas.

Para empeorar las cosas, en sus primeros días la educación sobre el SIDA asumió a veces un tono moral negativo, y se aprovechó de la oportunidad para juzgar el comportamiento de las personas, al tiempo que cerraba los ojos ante la realidad de cómo vive la gente. Los mensajes eran: «No seas promiscua» y «No te inyectes drogas.» Un enfoque opuesto era el de referirse a la vida de personas reales: «Nada más acostumbra relaciones seguras, o sea que no te pongan en riesgo» y «No compartas agujas.» Mientras tanto, curiosamente los mensajes que se estaban transmitiendo acerca del VIH no incluían a las latinas.

¿Cómo iban a hablar las latinas acerca de seguridad en sus relaciones sexuales cuando ni siquiera hablaban de la vida sexual?

Podemos tener una vida sexual activa, pero no hablamos de ella. Y si hablamos, lo comentamos con otras latinas, pero no con nuestros compañeros masculinos. Además, para muchas de nosotras, el uso del condón evoca un sinnúmero de tabúes. Algunas de nosotras sentíamos que su uso contradecía nuestras creencias religiosas, a la vez que otras pensaban que un hombre sólo usa un condón cuando está con una mujer «sucia«. La idea de que quizá el hombre con quien tenía relaciones íntimas pudiera ser el portador del SIDA no sería considerada por la mujer que confía y obedece a los hombres de su vida. Para complicar las cosas, aunque pudieras tener el valor de preguntar, ¿cómo puedes obligar a un hombre a que use condón?

Muchas latinas todavía evitan tratar el tema de compartir jeringas.

¿Cómo haremos para no compartir agujas con nuestras parejas?
Por supuesto, éstas son actividades relativamente privadas, y para nosotras las latinas, lo privado permanece privado. Todavía estamos batallando con estos asuntos mientras que el número de latinas expuestas al VIH continúa aumentando. El VIH o SIDA nos ha obligado en diversas maneras a sostener discusiones que posiblemente la costumbre y la tradición habían silenciado. Sin embargo, cuando se trata del VIH/SIDA, es importante conocer la realidad: nuestras vidas y las vidas de nuestras familias pueden depender de ello.

Diagnóstico

Ángela pudo seguir la huella hasta Steve.
Conoció a Steve hace tres años. Era bien parecido. Tenía buen trabajo y, como decía su mamá, se veía «muy limpio«. Ángela sentía que lo conocía muy bien. Él había sido muy honesto al hablar de los problemas de su juventud, su familia, y hasta de las muchas parejas sexuales que había tenido. Y le dijo lo especial que ella era para él. Después de un tiempo, empezaron a hacer el amor regularmente. Ella lo amaba de verdad y esperaba compartir toda una vida con él.

A veces, sin embargo, las cosas no parecían resultar como uno quiere y Ángela comenzó a notar que él se volvía distante. Un día desapareció. Ella se puso muy triste y siguió esperando que él regresaría cuando resolviera lo que le molestaba.

Pasaron los meses y ella seguía pensando en él. Años después, comenzaron sus molestias: no podía dormir. Y aunque no tenía relaciones sexuales con nadie, comenzó a padecer infecciones de hongos con más frecuencia.

Después de usar las medicinas que usualmente le aliviaban las infecciones de hongos, consultó a su proveedor de servicios de salud, quien le ordenó una serie de pruebas. Poco después supo la verdad. Había salido positiva del VIH. Fue presa del temor: «¿Tengo SIDA?» y junto con el temor, cayó en cuenta: tuvo que haber sido Steve.

El síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es el nombre de un grupo de enfermedades que resultan de haber sido expuesto al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Estas enfermedades ocurren porque el sistema inmunológico, que es el mecanismo que nuestros cuerpos tienen para combatir naturalmente las infecciones y otros tipos de cáncer, ya no puede hacer su trabajo. Como resultado, el cuerpo se vuelve vulnerable a una variedad de enfermedades causadas por los virus, bacterias, parásitos y hongos.

A estas enfermedades se les llama infecciones oportunistas. Durante muchos años, el diagnóstico del SIDA se centró en las enfermedades más comunes. Como la mayoría de las personas con SIDA eran hombres, sólo había un ligero interés en lo que estaba pasando con las mujeres que salían VIH positivas. No fue sino hasta enero de 1993 que los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades expandieron la definición de enfermedades oportunistas para incluir un proceso de enfermedad específico de las mujeres que incluía el cáncer cervical invasivo.

Cuando una persona se expone por primera vez al VIH, no presenta síntomas. Y así se la puede pasar por un tiempo. Algunas personas han llegado a vivir sin mayores síntomas hasta por diez años. Después de cierto tiempo, los primeros síntomas que presentan las mujeres son parecidos a los de los hombres: dolores, fiebres, dolor de garganta a causa de los ganglios inflamados.

Al debilitarse el sistema inmunológico, las latinas tienen frotis anormales de Papanicolau, ITS de hongos frecuentes y que no parecen responder al tratamiento, o casos de herpes bastante severos. Las mujeres también tienen otros síntomas que son comunes en las personas que tienen más VIH en su sistema: sudoración nocturna, pérdida rápida de peso, tos seca que no se quita, inflamación de los nódulos linfáticos del cuello, axilas e ingles, articulaciones hinchadas y fiebres inexplicables.

En las etapas más avanzadas del SIDA, es probable que las latinas también sufran de neumonía. Mientras que la neumonía que contraen los hombres, la PCP o pneumocystis carini,i neumonía, es rara entre las personas que no tienen SIDA, las mujeres padecen un tipo de neumonía que es más común entre la población general. Con el tiempo, tanto en los hombres como en las mujeres, se produce un deterioro creciente a medida que avanza la enfermedad y el cuerpo no puede combatir las infecciones oportunistas.

Transmisión del VIH

Formas de transmisión del SIDA. Para contraer el SIDA, una persona debe entrar en contacto directo, de sangre a sangre, con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Teóricamente, el VIH es un virus que difícilmente se transmite de una persona a otra. No se transmite por medio del aire y no puede sobrevivir por sí solo. No se contagia por contacto ocasional, como darse la mano para saludar o compartir utensilios. Se transmite por medio de la sangre, el semen y la leche de una madre VIH positiva que amamanta a su bebé. Aunque el VIH se encuentra también en la saliva, no se contagia por medio de la saliva.

Fuente:¡SALUD! Guía para la Salud Integral de la Mujer Latin

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