Vivir sin depresión

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«La depresión surge de cualquier fracaso que tenga una persona en entender su realidad», dice el sicólogo clínico Daniel Román, autor de los libros Vivir sin depresiones y Desde hoy en adelante, entre otros. «Cuando la persona no se ajusta a sus realidades, o pierde su capacidad de adaptación a los cambios que tiene la vida, las neuronas pierden su equilibrio químico e inmediatamente producen un alto nivel de ansiedad; eso es lo que se llama desequilibrio emocional».

Según el doctor, que durante 20 años ha sido profesor, y que ha impartido clases en el programa de adultos de una institución educativa, la depresión nunca obstruye la inteligencia sino la vida emocional. A diferencia de la esquizofrenia, la manía depresiva y la paranoia, que perturban la mente completa del ser humano.

«Con depresión, la persona puede seguir trabajando y produciendo, aunque no en un nivel óptimo. Un individuo que está contento no es lo mismo que uno triste o preocupado». Román afirma que la depresión no se ve, y generalmente la familia no la entiende, por eso no coopera con la persona. «Insiste en que no tiene nada, en que se vista y se alegre. No sabe que la persona deprimida es una prisionera interna. Los sicólogos detectamos su estado porque le dan ganas de llorar, tiene tristeza, le falta entusiasmo, se vuelve apática o agresiva».

Añade además, que la depresión tiene mucho que ver con las frustraciones. «Nadie ha estudiado más profundamente la violencia que el sicólogo alemán-norteamericano Eric Fromm. Para él, la violencia, tanto en el ser humano individual como en el colectivo, se da por un problema de frustración». Román piensa que cuando la persona fracasa en el empeño de un deseo y no acepta la contrariedad, deriva en dos situaciones sicológicas: Violencia o apatía.

Sin embargo, informa el doctor, la persona deprimida casi nunca es violenta contra el otro sino contra sí misma, recurriendo, por ejemplo, al suicidio. «Toda persona deprimida es un suicida potencial, y el suicidio no es más que el producto de una acumulación de fracasos en la vida».

Según Román, la persona que se va a suicidar lo habla, lo da a conocer para llamar la atención, porque en el fondo no se quiere matar, pero como piensa que tiene cerrados los caminos, ve el suicidio como una liberación de los sufrimientos que no puede soportar.

«Todo gira alrededor del fracaso en aceptar las realidades. El mecanismo de supervivencia número uno de los animales y la raza humana, no es más que la adaptación al medio. Cuando no podemos adaptarnos al divorcio, a la separación, al desempleo, a la pérdida del contacto social; cuando una persona no puede soportar, entender o enfrentar los cambios que traen las transiciones de la vida, se deprime, porque fallan sus mecanismos de adaptación».

Román está convencido de que todas las depresiones pueden curarse, porque no tienen un orígen biológico, ni las cura ningún medicamento. «La gente no se deprime porque tiene un problema genético o biológico, sino porque no entendió su divorcio o el desempleo», asegura.

Para Román, la depresión sólo la cura la sicoterapia, que no es más que una reeducación. «El individuo tiene que aprender a analizar las cosas que no pudo entender o resolver, y el sicólogo lo ayuda en ese entendimiento de las circunstancias que lo traumatizaron. Ninguna depresión se produce sin un trauma, y éste lo provoca un comportamiento equivocado».

Durante la reeducación, aclara Román, el sicólogo tiene que respetar la idiosincracia de la persona, siguiendo sus mismos patrones de conducta. No puede venderle su religión, ni su filosofía política, sus ilusiones, ni su manera de ver la vida.

«El sicólogo trabaja con la propia vida de la persona, con sus propias creencias, pero si ve que alguna de ellas la deprime, debe decírselo, para que la abandone o rectifique. Eso no quiere decir que voy a juzgar su religión, por ejemplo, sino su manera de reaccionar ante ella o ante sus ideas políticas».

Al doctor le preocupa que la población no tenga a su alcance una manera de reeducarse dentro del campo sicológico, porque no tiene el dinero, y el gobierno no tiene suficientes servicios siquiátricos y sicológicos para ayudarla. «En Estados Unidos, los sistemas de HMO (Oragnizaciones de Mantenimiento de Salud) y la mayoría de los seguros, no quieren pagar una sicoterapia de US$120 o US$140. Por eso yo escribo libros, porque así puedo ayudar a miles y miles de personas en España y en América», asegura el sicólogo, que a través de sus libros ha desarrollado un método de curación a distancia, para quien no puede pagar la sicoterapia.

El doctor piensa que hay que utilizar los medios masivos de comunicación, y los libros, para que las personas responsables le expliquen al público que no tiene por qué deprimirse, algo de lo que habla extensamente en Vivir sin depresiones.