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Búsqueda de la independencia

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Hay quienes dejan el hogar paterno porque se casan o se van a vivir con su pareja, otros porque parten a estudiar o trabajar fuera de la ciudad, y algunos porque simplemente tienen deseos de madurar, y se van en búsqueda de la independencia.

Los hijos mayores y los menores son los que enfrentan más dificultades por parte de sus padres a la hora de independizarse.

En algún momento de la vida tiene que suceder. Para casarse, salir a estudiar o trabajar, o simplemente experimentar la independencia. Los jóvenes dejan el hogar paterno buscando nuevas experiencias.

Sin embargo, todos los jóvenes que deciden volar del «nido» para ir a vivir solos o con personas de la edad tienen algo en común: enfrentar al mundo de manera propia, siguiendo los propios instintos, en busca de una identidad personal.

El doctor Alejandro García, siquiatra y profesor de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, dijo que «si bien se trata de un fenómeno muy influenciado por la cultura y que depende del grado de dependencia que tenga el joven con sus padres, existe una razón biológica que impulsa a los seres humanos en un momento de sus vidas a negar la situación anterior de dependencia y buscar nuevos rumbos».

Mayorcitos

El especialista explica que «después de la pubertad viene un proceso en el cual el pequeño comienza a experimentar la independencia a través de sus opiniones. Ya a los 16 ó 17 años parece que casi naciera de ellos la necesidad de independizarse, de ver un mundo diferente y prepararse para la vida».

Sin embargo, y a pesar de todos los deseos interiores que puedan tener los jóvenes, abandonar el hogar paterno no es algo que se haga a muy temprana edad en los países latinoamericanos.

La psicóloga y terapeuta familiar de la Universidad de Chile, en Santiago, Ximena Santa Cruz, agrega que «en toda latinoamérica hay una tendencia a quedarse en la casa de los padres, porque hay expectativas tradicionales, judeocristianas, de que los hijos se van de la casa para casarse. Los que toman la decisión lo hacen después de los 25 años, porque prefieren esperar a juntar dinero y casi tener el departamento comprado para irse».

Santa Cruz no está muy de acuerdo con esta postura adoptada por los jóvenes: «No sé si eso sea bueno para su autonomía y su capacidad de introspección. Es tremendamente positivo tener la experiencia de vivir solo antes de emparejarse. Se aprende a tener espacios propios y a valorar su propio tiempo. En el caso de las mujeres, para las que pasan de la casa de los papás a la casa del marido es muy esclavizante».

Las dificultades

Pero si bien suena bonito decir «me voy a vivir solo«, no se trata de un proceso tan sencillo como para llegar, agarrar los bultos y mandarse cambiar. Es importante tener solvencia económica para poder sobrevivir dignamente y no tener que volver donde los padres con el rabo entre las piernas.

Es por esto que la terapeuta familiar aconseja que «el momento adecuado para tomar esta decisión es cuando la persona termina sus estudios y comienza a trabajar, porque ya es capaz de mantenerse».

Pero, el principal problema que deben enfrentar la mayoría de los chicos son sus mismos padres. El doctor García explica que «en las culturas latinas, principalmente, la madre se opone a la independencia del hijo y hace una fuerte presión para que eso no suceda, con lo que se crea una situación difícil».

Y aunque esto sucede en una gran mayoría de los casos, no siempre es así. Ximena Santa Cruz agrupa a jóvenes y padres en dos categorías:

  • Papás retentivos de los hijos: cuando los papás son muy posesivos y no los dejan independizarse. Los hijos se van generalmente apurados y en malos términos, porque sus progenitores hacen todo lo posible para que esto no suceda.
  • Papás propiciadores de la autonomía de los hijos: tienen menos problemas con quedarse solos, menos temor al síndrome del nido vacío y a perder un proyecto educativo. Aquí los hijos se van bien y más tranquilos, porque saben que pueden entrar y salir cuando quieran, e incluso que pueden volver. Muchas veces, hasta se quedan por más tiempo porque pueden hacer una vida más independiente.

Claro que, en ambos casos, es más fácil ganar la batalla cuando ya hay algo de camino recorrido: «Es menos caótico cuando ya se ha ido un hijo de la casa, porque los papás ya saben lo que es eso y quedan otros todavía», comenta Santa Cruz. «Cuestan más el primero, porque tiene que iniciar el camino, y el último, porque los papás se desesperan cuando se les acabó el proyecto de criar hijos».

Enviado por Grecia Alemán.

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